jueves, abril 21, 2005

La pochoclera

San Martín al 800, entre Córdoba y Rioja. Día muy pesado a causa de la humedad típicamente rosarina. Una chica rubia, teñida. De ese rubio paja que una se pregunta qué se quiere esconder o conseguir con ese color.
La chica estaba detrás de su puesto callejero: vende pochoclo, o pop corn. Estaba apoyada contra la pared mientras llenaba un paquetito. De paso cantaba uno de esos temas pegagosos, melosos, olvidables de moda. De esos que pasan ciertas radios para adolescentes de todas las edades. Algún operación triunfo u operación de cerebro, cantaba destruyendo los oídos.
La chica estaba re-concentrada en lo suyo. Estaba en su micromundo en el medio de una ruidosa arteria de la ciudad, siendo casi mediodía.
La envidié. Le envidié esa capacidad de poder separse de su rutina laboral (nada peor que laburar en la calle). Esa capacidad de ser por un minuto feliz cantando su tema favorito y llenar la bolsita blanca de papel con ese pochoclo recalentado, y que no me animé a comprar, primero para cuidar mi estómago y segundo para no despertarla de ese estado que le vislumbré.

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